Amaré el deporte siempre, porque me sirve para desarrollar la belleza y perfección que Dios ha puesto en mí.
No
proferiré palabras destempladas ni soeces.
Aprenderé
por el deporte la fortaleza, la constancia, la disciplina y la lealtad.
Honraré
y profesaré una verdadera estima a mi cuerpo, pues es templo de Dios.
No
convertiré el deporte en espada para herir y molestar al equipo contrario.
El
deporte no ha de servirme para ser superficial y atraer la admiración del público,
sino para comprender mejor mis limitaciones.
No
intentaré sobresalir individualmente en las pruebas, esto llevaría al
fracaso a mi equipo.
Cuando
no pueda ganar, nunca perderé la paz y la serenidad ante el equipo
vencedor. Saber perder también "es cosa de mayores".
Nunca
envidiaré que los demás sean mejores deportistas que yo. Lo agradeceré a
Dios como un don de mi hermano.
"Jugaré limpio".
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