¡Suenen dulces himnos, gratos al Señor, Y óigase en concierto universal! Desde el alto cielo baja el Salvador Para beneficio del mortal.
¡Gloria, gloria sea a nuestro Dios! ¡Gloria!, sí, cantemos a una voz, Y el cantar de gloria que se oyó en Belén, Sea nuestro cántico también.
Montes y collados fluyan leche y miel Y abundancia esparzan y solaz. Gózense los pueblos, gócese Israel, Que a la tierra viene ya la paz.
Salte de alegría lleno el corazón, La abatida y pobre humanidad; Dios se compadece viendo su aflicción, Y le muestra buena voluntad.
Lata en nuestros pechos noble gratitud Hacia el que nos brinda redención; Y a Jesús el Cristo, que nos da salud, Tributemos nuestra adoración. |
Desde su infancia siempre tuvo una inquietud espiritual, y a los 16 años ingresó en una orden religiosa. Estudiaba la Biblia en secreto, pues estaba prohibido en aquella época en España. Escapó a Gibraltar, donde encontró a Cristo como su Salvador personal, amigo y eterno bien, como dice uno de los himnos que tradujo.
Regresó a España con gozo y paz, y con deseos de compartir su fe, por medio de revistas, predicaciones y música. Mientras organizaba iglesias, publicaba himnarios y daba clases de canto. Se radicó en Madrid, donde fue un importante líder evangélico. Su mayor contribución la hizo con los himnos que compuso o tradujo, y que tanta bendición han significado para muchos.
Otros traducidos por el mismo
autor de la letra:
"Castillo fuerte es nuestro Dios"
"Cuán dulce el nombre de Jesús"
"Santo, santo, santo"
"Venid, fieles todos" (Adeste fideles)