LA CRUZ SANGRIENTA AL CONTEMPLAR

La cruz sangrienta al contemplar
Do el Rey de gloria padeció,
Riquezas quiero despreciar
Y a la soberbia tengo horror.

Mi gloria y mi blasón será
La cruz bendita del Señor,
Y lo que di a la vanidad
Ya le dedico con amor.

Sus manos, su costado y pies
De sangre manaderos son,
Y las espinas de su sien
Mi aleve culpa las clavó.

Cual vestidura regia allí
La sangre cubre al Salvador,
Y pues murió Jesús por mí,
Por él al mundo muero yo.

¿Y qué podré yo darte a ti
A cambio de tan grande don?
Todo es pobre, todo ruin,
Toma, ¡oh Dios!, mi corazón.

H-238    Sonido: (((·)))


ISAAC WATTS, 1674-1748

Watts puede ser considerado el primer escritor de himnos en Inglés, y para muchos es el mayor. Hasta la segunda mitad del s.XVII no había himnos ingleses, excepto las versiones métricas del Salterio, que se cantaban con música muy lenta.

Desde 1690, cuando escribió su primer himno (con 16 años), fue una fuente inagotable de himnos hermosos. No hay duda que “La Cruz Sangrienta...” es uno que Dios ha bendecido de manera extraordinaria. El Dr. Julián escribió: “En popularidad este himno es uno de los cuatro que están a la cabeza de todos los himnos en lengua Inglesa...

Isaac Watts, que era el mayor de nueve hermanos. Nació en Southampton, el 17 de julio de 1674, donde su padre llevaba una escuela con internado y era Diácono de una Iglesia Congregacional. Eran los días del inicio del inconformismo, cuando el celo religioso era elevado, y el joven Isaac, en más de una ocasión, presenció el encarcelamiento de su padre, siendo detenido en su casa y llevado a la cárcel, a causa de sus convicciones religiosas.

El muchacho asistía a la escuela local de gramática. A los 4 años aprendió el latín, siguiendo con griego, francés y hebreo. Como los Inconformistas no podían acceder a las universidades antiguas, Watts prosiguió sus estudios avanzados en la Academia Disidente, en Stoke Newington, Londres.

La inclinación poética del niño pronto se manifestó. Un día, con 5 años, durante las oraciones familiares, se rió cuando vio a un ratón subir por la cuerda de la campana. Cuando su padre le pidió una explicación, exclamó de manera espontánea:

“Había un ratón al que le faltaban escaleras
Corrió por la cuerda arriba para decir sus plegarias.”

Esto agravó la ofensa y enfureció a su padre, que llamó al niño y tomó una vara que tenía a mano; sin embargo, el castigo se detuvo porque el niño cayó de rodillas, clamando:

“Oh Padre, Padre, compasión ten
Y no más versos haré.”

A los 15 años de edad se volvió muy serio, a raíz de una convicción genuina de pecado y necesidad. Un año más tarde se liberó de su carga al confiar en Cristo.

Cinco años después, caminando con su padre de regreso de la capilla, expresó su decepción sobre el himnario del que habían estado cantando. “Entonces, hijo mío,” replicó su padre, “lo mejor que puedes hacer, es escribir algunos mejores.” De esta manera Isaac Watts, al que el Lord Selbourne llamó “El Padre de la Himnología Inglesa”, comenzó esa parte de su obra que resultaría más duradera. El domingo siguiente llegó con su primer himno. Fue tan bien recibido que le pidieron que escribiera otro. Así comenzó su reputación como escritor de himnos.

Estudioso por naturaleza, Watts a una edad temprana dio evidencias de su deseo de entrar en el ministerio. A los 24 años predicó su primer sermón. Después de haber sido tutor en la familia de un caballero del condado, Sir John Hartopp, de Londres, en 1702 llegó a ser pastor de la famosa congregación Independiente en Lark Lane, Londres. En esa época, a la vez que proseguía sus estudios, escribió muchos de sus himnos.

No era muy robusto de constitución, y el esfuerzo de su vigorosa obra comenzó a notarse. La continua enfermedad le llevó a dejar sus deberes pastorales, trasladándose en 1712 a vivir una vida tranquila, de semi-inválido, con Sir Thomas y Lady Abney, en Theobalds, en Hertfordshire, por 30 años. Allí el poeta-predicador honraba a Dios en el horno de la aflicción y Dios le honró dándole canciones que fortalecían al débil e inspiraban a personas de cualquier condición.

Un compañero, autor de himnos, el Dr. Philip Doddridge, escribió estas palabras alentadoras al Dr. Watts: “Te felicito porque por medio de tu poesía sagrada, especialmente por tus Salmos y tus himnos, estás dirigiendo la adoración, y creo que animando a la devoción de miríadas en nuestras asambleas públicas cada Sábado, y en sus familias... cada día.”

Isaac sostenía que los himnos que se cantasen en la ihlesia debían estar bien basados en las Escrituras.

Editó tres himnarios y escribió 60 libros sobre temas teológicos y científicos. Uno de ellos, sobre lógica, era usado como libro de texto en la Universidad de Oxford. Su habilidad fue reconocida al recibir el grado de Doctor en Divinidad de Edinburgo, en 1728.

Murió el 25 de noviembre de 1748, a la edad de 74 años, y fue enterrado en el cementerio Puritano de Buhill Fields, Londres, no lejos de la tumba de Juan Bunyan.

Escribió más de 600 himnos y hay pocos himnarios que no contengan alguno de ellos. Tal vez el más bello sea “La Cruz Sangrienta...”, despertando como ninguno la imaginación, transportándonos al Calvario. Las palabras nos hacen ver lo que sucedió. Con el ojo del corazón vemos a Aquel que fue traspasado para nuestro bien, y de nuestros corazones brota amor y adoración.

Para muchos, los cultos de Semana Santa no estaban completos sin este himno. Al principio apareció como uno de un grupo compuestos para el uso en los cultos de Comunión, y todavía se usa frecuentemente en la celebración de la Cena del Señor. Fue publicado por primera vez en un volumen de Isaac Watts, titulado “Hymns ans Spiritual Songs”, en 1707.

El gran poeta y crítico literario, Matthew Arnold, pensó que no teníamos otro himno más grande que éste de Watts. En el año 1888 estaba en Liverpool, B.G., para recibir a su hija que regresaba de América. Escuchó al Dr. John Watson predicar sobre el tema: "La Sombra de la Cruz". Una de sus ilustraciones fue tomada de los reportajes del terremoto de Riviera: En un lugar todo, excepto un enorme crucifijo, sobre el altar de una pequeña iglesia de pueblo, cayó al suelo. Con el temblor de tierra bajo sus pies, todo el vecindario corrió a refugiarse allí para protección y ayuda. Más tarde aquel día se oyó a Arnold que susurraba la música y repetía la historia que le había impresionado: "Ah, sí," decía, "la Cruz todavía permanece en pie, y en los apuros del alma, hace su antiguo llamado." Una hora más tarde, ese 5 de abril de 1888, Arnold estaba muerto a consecuencia de un fallo cardíaco, confiando en el Rey de gloria.

Mahatma Ghandi pidió a unos misioneros que lo visitaron, durante uno de sus muchos ayunos, que le cantaran un himno. "¿Cuál?" -preguntaron. "El que exprese lo más profundo de su fe" -contestó él. Eligieron este himno.


Otras canciones del mismo autor:
"Al mundo paz"
"Me hirió el pecado" (EN LA CRUZ)

"¿Soy yo soldado de Jesús?"
"Venid, nuestras voces aleges unamos"
"
Yo mucho me alegré"