DE HELADAS CORDILLERAS

De heladas cordilleras,

De playas de coral.

De etiópicas riberas,

Del mar meridional,

Nos llaman afligidas

A darles libertad,

Naciones sumergidas

En sombras de maldad.

 

Nosotros, alumbrados

De celestial saber,

¿A tantos desgraciados

Veremos perecer?

A las naciones demos

De Dios la salvación;

El Nombre proclamemos

Que obró la redención.

H-617   Sonido: (((·)))

REGINALD HEBER, 1783-1826

Reginald Heber fue el hijo distinguido de un padre noble, perteneciente a la Facultad Brasenose de Oxford. Nació en Malpas, Cheshire, en 1783, y cuando tenía tan solo 17 años, entró en la Facultad de su padre, donde hizo una carrera brillante. Su poema sobre “Palestina” es uno de los pocos poemas premiados que han existido.

Entró en el ministerio en la Iglesia de Inglaterra. A la edad de 40 años fue nombrado Obispo de Calcuta, pero tras un breve servicio de 3 años en la India, murió repentinamente de apoplejía, en medio de su trabajo, el 3 de abril de 1826.

Por 16 años fue Vicario de Hodnet. Thackeray escribe acerca de él casi en forma proverbial:

“El encantador poeta, el feliz poseedor de toda clase de dones y reconocimientos -nacimiento, ingenio, fama, carácter elevado, competencia- era el sacerdote amado en su propia casa de Hodnet, aconsejando a la gente en sus problemas, aconsejándoles en sus dificultades, arrodillándose a menudo junto a sus camas en la enfermedad, a riesgo de su propia vida; donde había lucha, el pacificador; donde había carencias, el dador liberal.”

Desde el principio, hasta el final en que rindió su vida tras un corto episcopado en India, era una persona de gran valor. Cuando era niño, el doctor propuso hacerle sangrar por la tosferina. Su enfermera protestó, pero el pequeño sufridor lo solucionó con estas palabras: “Envía a la enfermera abajo, yo no me agitaré. No me sujete.” Y extendió su brazo para la lanceta.

Cuando le ofrecieron el Obispado de Calcuta por segunda vez, sintió que era el llamado de Dios, y no lo pudo rechazar. Era una diócesis grande incluyendo Ceilán y toda la India. Tras tres cortos años repletos de labor apostólica y devoción, años de progreso en todas las direcciones, murió en Trichinopoly a la temprana edad de 43 años, en un gran baño de agua fría.

El domingo de Pentecostés de 1819, se predicó un sermón en la Iglesia Parroquial de Wrexham, en ayuda de la Sociedad para la Propagación del Evangelio en el Extranjero, por el Dr. Shipley, que era Vicario de Wrexham y a la vez Decano de San Asaph. En la misma tarde se dio la primera de una serie de Conferencias de domingo por la tarde, a cargo del yerno del Decano, el Rev. Reignald Heber, entonces Rector de Hodnet, y posteriormente Obispo de Calcuta.

En la tarde del sábado anterior, cuando Heber estaba en la Vicaría, el Decano le pidió que escribiera “algo para que cantaran por la mañana”. Entonces Heber dejó la mesa a la que estaba sentado con el Decano y otros amigos, y yendo a otra parte de la sala se sentó y empezó a escribir. Después de un rato el Decano le preguntó: “¿Qué has escrito?” a lo que respondió Heber leyendo en voz alta las tres primeras estrofas del más grande de todos los himnos misioneros, que entonces había compuesto, comenzando:

Desde las monatñas heladas de Groenlandia
Desde las playas de coral de India.

“Ahí, ahí, eso valdrá muy bien”, dijo el Decano, quien evidentemente tenía una fuerte objeción a himnos largos. “No, no”, replicó Heber, “el sentido está incompleto”, y sentándose de nuevo, escribió el magnífico cuarto verso, comenzando:

Soplad, soplad, vosotros vientos, Su historia,
Y vosotras, aguas, haced rodar.

Aún con ello no estaba satisfecho; “déjame que añada otra! oh, déjame añadir otra!” exclamó repetidamente, pero en vano. El Decano fue inexorable en rechazar el permiso para extender más el himno, que así se cantó desde la primera vez en la Iglesia Parroquial de Wrexham la mañana siguiente.

El manuscrito original de Heber fue archivado en la oficina de la imprenta de Wrexham, y un facsímil de este documento está en el libro de referencia, pg. 62. En el manuscrito se puede observar una corrección en la segunda estrofa en la que Heber originalmente había escrito: “Los salvajes en su ceguera”, que él mismo cambió a “paganos”, haciéndolo más suave. También en la tercera estrofa las palabras originales de la quinta línea eran: “Salvación! sí, salvación!” en vez de “oh, salvación!”. Posteriormente Heber también cambió “la isla de Ceilán” por “la isla de Java”, obviamente para corregir el acento que no caía bien.


Otros himnos del autor: "Santo, santo, santo"