BENDICE ¡OH, ALMA MÍA!

Bendice ¡oh, alma mía!

A Jehová tu Dios,

Y no te olvides de apreciar

Su grande amor.

Pues Él te perdonó

Tu mucha iniquidad;

Y, al ver tu angustia y contrición,

Te dio su paz.

 

Tu vida rescató

De la condenación,

Y te corona de favor

Y bendición.

Él quiere hartar de bien

Tu vida espiritual,

En alas de esperanza y fe

Remontarás.

 

Cual un gusano soy,

Indigno pecador,

Mas por la fe en mi Salvador,

Mi Padre es Dios.

Su espíritu obra en mí,

y no me dejará,

Al acabar mi vida aquí,

Veré su faz.

H-301

Thomas OLIVER, 1770

En realidad, ésta no es una traducción del himno de este autor, que aparece publicado en otros himnarios: "Al Dios de Abraham"; pero toma temas del mismo y se canta con la misma música.

"Nací en un pueblo llamado Tregonan, en el condado de Montgomery, en 1725. Mi padre murió en diciembre de 1729. Mi madre estaba tan afligida por su muerte que falleció a causa de su angustia, en marzo siguiente, dejándome a mí y a otro hijo, que todavía no tenía los dos años de edad. El padre de mi madre, el Sr. Richard Humphries, se ocupó de mi hermano, y cuando él murió, lo dejó al cuidado de su hijo mayor."

Así empieza una de las más notables piezas autobiográficas jamás conocidas. Se encuentra incluida en la colección extraordinaria de ensayos de Thomas Jackson, titulada: "Vidas de los Primeros Predicadores Metodistas", de la que el Obispo Gore tenía un concepto tan elevado, advirtiendo que "todos los candidatos a ser ordenados tenían que aprender su arte a los pies de los trabajadores heróicos de Wesley". Hasta la edad de 74 años, Thomas Olivers multiplicó trabajos de carácter apostólico, sólo en segundo lugar tras los del mismo Juan Wesley, su amado lider. En Tiverton, un día compró un caballo por 5 libras, que fue su compañero por 25 años, llevándole, según sus cálculos, por más de 100.000 millas!

Nos cuenta que a la edad de 18 años era "el joven más libertino y abandonado que existía". Era considerado como el peor muchacho del distrito durante 20 o 30 años. Se hizo aprendiz de zapatero, pero sus costumbres eran tan malvadas que tuvo que marcharse del distrito. Juego, bebida, baile, inmoralidad, blasfemia, eran el orden del día y de la noche; de 16 días y noches, "pasaba 15 de ellos sin tocar la cama". Se hundió más y más en el lodo, pero Dios no se había olvidado de él.

Llevando una vida salvaje, vagabundo, fue llevado a Bristol, o uno más bien diría, fue llevado allí providencialmente. Estando allí vio una multitud de gente en la calle y supo que iban a escuchar predicar al Sr. George Whitefield. "Whitefield," pensé, "con frecuencia he cantado canciones acerca de él; iré y escucharé lo que tiene que decir". El texto fue: "¿No es este un tizón arrebatado del fuego?" (Zac.3:2). "Cuando empezó el sermón, yo era ciertamente un terrible enemigo de Dios, y de todo lo bueno; y uno de los jóvenes más libertinos y abandonados que existían; pero entonces se terminó, había llegado a ser una nueva criatura".

La primera cosa que hizo después de su conversión fue volver al lugar donde había estado viviendo y pagar todas sus deudas. Para ello trabajó en su oficio de zapatero, en Bradford-on-Avon. "De Shresbury fui a Whitchurch, a propósito para pagar seis peniques." Así canceló 70 deudas. ¡Qué lección más objetiva! Un cambio de corazón significa un cambio de conducta. La conversión es la base de la moralidad.

A la edad de 28 años Wesley le aceptó como predicador del evangelio, y fue como evangelista a Cornwall. Por casi 50 años Olivers ejerció como predicador itinerante, visitando prácticamente todas las ciudades grandes de Inglaterra, llegando tan al norte como hasta Aberdeen, interrumpido ocasionalmente por otros llamados. En una ocasión fue nombrado corrector de imprenta de Wesley, pero su "errata era insufrible", y tuvo que retirarse. No me gustaría dar la impresión de que no tenía educación, pero ciertamente no era el primero de la clase; más tarde obtuvo un master en Hebreo y Griego.

A la gente joven le interesará saber su punto de vista sobre el matrimonio. Se fijaba en ciertas cualidades que consideraba esenciales, y las puso en orden de importancia. "La primera era gracia. Estaba bastante seguro de que ningún predicador de la Palabra de Dios, bajo ningún concepto, debiera casarse con una que no sea eminentemente amable. La segunda, que debía tener un considerable sentido común. Un predicador Metodista, en particular, que viaja a todas partes, y se tiene que ver con una variedad de compañías, creía que no podía llevar consigo a una tonta. Tercero, como conocía el propio ardor de mi temperamento, concluí que un Dios sabio y amable no escogería una compañera para mí que echara leña al fuego, sino más bien agua. Cuarto, juzgué que, como yo estaba relacionado con gente pobre, la voluntad de Dios era que la persona con la que me casara tendría una pequeña fortuna, para prevenirme de hacer del Evangelio una carga para otros. Habiendo llegado hasta aquí, mi siguiente cuestión era: "Pero, ¿quién es la persona que reúne estas características en el grado más elevado?" Inmediatamente mis ojos se dirigieron a la Srta. Green, una persona de una buena familia, y conocida en todo el norte de Inglaterra por su extraordinaria piedad. Así que puse mente en ella; y, después de consultar con el Sr. Wesley, nos casamos."

Aunque Olivers escribió varios himnos, es recordado por el que mencionamos. El Lord Selbourne habló de él como "uno de los himnos más nobles que existen". James Montogmery dijo: "No hay en nuestra lengua una lírica de estilo más majestuoso, de pensamiento más elegante y de imaginería más gloriosa."

Casi 20 años después de empezar su ministerio, visitando a otro predicador Metodista laico, John Bakewell, de Westminster, hospedado en su casa fue a visitar la Sinagoga Judía, donde escuchó una hermosa melodía cantada por el Rabino Signor Leoni, su compositor, y por cuyo nombre se conoce. La música le impactó tanto que decidió escribir inmediatamente un himno cristiano para esa melodía, para que fuera cantado por los Metodistas. Así, bajo el techo hospitalario del Sr. Bakewell se compuso el magnífico himno que empieza con líneas seguramente sugeridas por el lugar donde había escuchado la música. Es una traducción o adaptación de la Doxología Hebrea que se canta en festividades especiales. Contiene 12 estrofas, aunque raras veces se usan más de 6 o 7. Desde el principio ha sido muy popular y pocos himnarios no lo contienen. en su segundo año ya se habían hecho 8 ediciones. Es uno de los himnos más conmovedores que podemos cantar y comparable, de alguna manera, al "Y ¿podrá ser?" de Carlos Wesley. Esta composición notable encierra una nobleza que nos traslada exultantes hasta que llegamos a la última estrofa, donde nos unimos con toda la hueste triunfante en alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Una de las estrofas que no se suele cantar, pero que tal vez es una de las mejores, dice (traducción literal, no para cantar!):
"Al Dios de Abraham load,
Cuya gracia todo suficiente
Me guiará todos los días felices
En todos mis caminos.
Él llama a un gusano su amigo;
Él se llama a sí mismo mi Dios,
Y Él me salvará hasta el final,
Por la sangre de Jesús."

El tema del himno es el Dios de la revelación es de tal carácter que sus hijos no tienen que temer. Es un himno para ahuyentar el temor porque nos da esa visión de Dios. "A menudo, cuando soy tentado", dijo Martín Lutero, "estallo en una canción". Pues aquí está una buena canción para cantar. ¿Quién puede contemplar Su rostro, Su poder, Su gracia, y no sentirse fortalecido? El texto de la Biblia que Thomas Olivers puso en el encabezamiento del himno lo resume todo: "Y soy tu escudo, y tu recompensa será muy grande." (Génesis 15:1)

La mención de este himno trae a la memoria el fiel trabajo del fallecido Sr. Alpheus Wilkes, quien visitó las diferentes asambleas a lo largo del país, ministrando la Palabra a creyentes. Antes un clérigo en la Iglesia de Inglaterra, todavía retenía el porte austero de su entrenamiento eclesiástico. Especialmente era el caso a la hora de escoger sus himnos. Con el Sr. Wilkes sólo había un himno, y no era inusual que se escuchara el anuncio desde la plataforma: "Al Dios de Abraham load" en casi cada culto, a pesar del hecho de que el canto de la melodía difícil y molesta no siempre se interpretaba de una forma que resultase agradable aún al oído musical menos sensible.

Se cuenta un incidente impactante en relación con este himno. Una joven Judía había puesto, recientemente, su fe en el Salvador, y su bautismo subsiguiente enfureció tanto a su padre, que era el principal de su sinagoga, que amenazó con matar a su hija. La joven se refugió en casa de la persona que le había llevado al Salvador; "y allí," dice un testigo ocular, que luego se convirtió ante la escena, "la vi, en la hora amarga, cuando le sobrevino la realidad del abandono por parte de la casa de sus padres. No empañó su gozo en Jesucristo, y nunca olvidaré la escena cuando se levantó, con las manos unidas, sus brillantes ojos negros mirando hacia el cielo, y su cara morena pero expresiva y resplandeciente, y elevando su voz entonó trozos de lo que ya llamaba su propio himno."